Hay pocos escritores capaces de poner en práctica un humor negro, altamente estilizado, aun cuando las circunstancias que narran sean poco menos que luctuosas. Las novelas de Muriel Spark (foto) son una mezcla única de ironía, tragedia, melodrama y absurdo. Como Evelyn Waugh o Beryl Bainbridge (con quienes siempre se la compara), Spark usa la comedia negra como una lente deformante de indagación sobre lo humano.

En Robinson, la autora detalla las peripecias de tres sobrevivientes de un accidente de avión que caen en una isla en el Atlántico Norte habitada por un tal Robinson y su hijo adoptivo Miguel. El lugar está incomunicado de la civilización, de modo que los tres accidentados tendrán que aguardar a que llegue el barco con los recolectores de la cosecha de granadas, mientras tratan de adaptarse a los rigores de la nueva vida y se enfrentan a la desaparición misteriosa de Robinson.

Contada en primera persona a través del testimonio de January Marlow, la novela establece un juego de transgresiones con varias convenciones literarias. De un lado, con el tópico de las aventuras protagonizadas por un grupo de sobrevivientes como sucede en La Isla Misteriosa, de Julio Verne. Del otro, con las novelas de misterio y de descubrir al asesino al más fiel estilo Agatha Christie. Al mismo tiempo, Robinson propone una reescritura del clásico de la literatura inglesa, Robinson Crusoe, desde el punto de vista femenino. Muriel Spark se inscribe en la misma tradición que Nadine Gordimer con su novela La gente de July, o J.M. Coetzee con Foe, al sustituir el implacable discurso imperialista de Defoe por la voz cínica y vivaracha de una joven viuda que se las apaña bastante bien en una isla poblada sólo por hombres y que es capaz de cuestionar de un modo absolutamente racional y ácido los modos en que esa suerte de ermitaño que dice ser el dueño de la isla trata de imponer su poder.

Muriel Spark nació en Edimburgo en 1918, desempeñó labores de contraespionaje en el departamento de propaganda antinazi junto a su amigo Graham Greene y publicó más de veinte novelas. Se la considera un referente ineludible de la mejor literatura inglesa de posguerra y por sus méritos literarios obtuvo varios premios, como el T.S. Eliot y el de Literatura Británica. En contra de la imagen del artista aquejado por miles de sufrimientos, Spark no tiene reparos en sostener que "escribir novelas era la cosa más fácil que había hecho en su vida".

© LA GACETA

Adriana Castell Arnau